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Foto Gregorio Mayí.

Bajamos a la popular islita griega en “tenders” que nos llevó en un corto y apacible recorrido a tierra firme. Con razón Mykonos es un destino en el tope de la preferencia viajera. La más pequeña de las islas Cícladas hace que desde que llegues te enamores de sus pintorescas casitas blancas, algunas con los techos azules, que se ven en postales.
La isla es muy fácil de caminar y deliciosa para perderte entre sus callecitas empedradas, llenas de tiendas donde abunda la buena artesanía de collares, cristalería y hasta accesorios de contenido sexual por doquier que te recuerdan la fama de buenos amantes que tenían los griegos de la antigüedad. Tampoco faltan los productos de aceite de oliva.
Así la recorrí, caminando. Te recomiendo que no te quedes pegado sólo al puerto, dejándote tentar por las pintorescas tabernas griegas que allí hay. Descúbrela paso a paso para que veas sus pintorescas iglesias, pequeños museos y edificios que muchos de ellos dejan ver el granito, piedra de la que se dice está formada la isla.
Deja para las últimas horas de tu visita la zona que llaman “La Pequeña Venecia”, que tiene restaurantes al nivel del mar y desde donde puedes ver una de las puestas del sol más bellas del planeta. Parece como si todo el mundo se agrupara allí para disfrutar ese festín visual, entre trago y trago y buena comida. Abundan los mariscos, los “spanakopita” o pasteles de espinacas y las cervezas Mithos. Desde esa zona ves los famosos molinos, que están a unos cuantos pasos, pero el deleite es subir una pequeña colina y retratarte en ellos con la puesta de sol de fondo.
En invierno cierran la mayoría de sus tiendas y sus pobladores usualmente vuelven a Atenas hasta la nueva temporada turística. Sin embargo otros se quedan tentados con las vistas al mar y las fiestas hasta el amanecer que hace el destino famoso entre muchísimos jóvenes. También es un lugar muy amigable y favorito entre la población gay. Si tienes tiempo visita sus incomparables playas, a las que puedes llegar en transporte público por menos de cinco euros desde el puerto.
De regreso al Nieuw Amsterdam, que felizmente zarpó después de las 10:00p.m., todavía quedaban en mi memoria esos paisajes paradisíacos. Definitivamente otro lugar para repetir en mi lista de deseos viajeros.

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